viernes, mayo 05, 2006

Juba, el francotirador de Faluya que convirtió la vida de los marines en un infierno

[_faluya_p] 05 May. - Prensa Latina (Por: Joel Michel Varon- El cierre de tiendas de discos compactos en Iraq podría parecer otra arbitrariedad de los ocupantes estadounidenses, pero esta vez es una reacción de pavor por la difusión de imágenes que muestran los estragos causados por un francotirador iraquí en la ciudad de Faluja.

A tres años de iniciada la agresión al país árabe, el reporte de otra baja mortal norteamericana por un coche-bomba o una mina artesanal no genera asombro, lo contrario al pánico colectivo que provoca un experto tirador, casi invisible ante los ojos de los ocupantes.

La caída de un marine en Faluja, al oeste de Bagdad, avivó en los soldados el miedo a los disparos que les acechan desde lugares increíbles. Meses antes un iraquí había decidido convertirle la vida en un infierno.

Aquel héroe, identificado como Juba, hizo que 150 infantes le dispararan durante cinco horas, y en ese mar de casquillos, testigos del empeño aparecieron algunas vainas de hasta 155 milímetros de calibre...

Parece demasiado para un simple hombre que ante exagerada balacera sobrevivió a dos bombas tácticas disparadas por un cazabombardero y a 12 obuses de tanques Abrams, como informara el diario estadounidense The New York Times.

El británico The Guardian asegura que Juba disparaba una vez y luego se esfumaba, y sólo quedaba en las mentes desorientadas de los soldados estadounidenses el sonido de lo que podría ser un fusil Tobuk.

La parte baja de la columna vertebral, las costillas, o encima del pecho eran sus puntos predilectos, y no faltaron las ocasiones en que los blancos del hombre-leyenda fueran los francotiradores norteamericanos.

Como rastro sólo quedaba su consigna con pulso firme en lengua árabe: "Lo que se roba con sangre sólo puede recuperarse con sangre".

Juba minó la moral de los ocupantes y ganó méritos ante el mundo por ejecutar sus acciones en solitario mientras sus adversarios trabajaban en equipos de al menos dos personas, un tirador y un localizador que calculaba hasta la velocidad del viento.

En la táctica militar los francotiradores son de vital importancia, y datan desde la antigüedad cuando se usaban los arcos y flechas, y aunque las armas cambiaron, su objetivo sigue siendo el mismo: intimidar al enemigo hasta hacerle sentir un incontrolable miedo al entorno.

Los francotiradores estadounidenses en Iraq usan equipos de imagen térmica, miras de visión nocturna y fusiles de alta precisión de 700 metros de alcance, y si la histeria los sorprende, como casi siempre, atinan sólo a radiar su solicitud de apoyo de infantería y aviación.

Con tantas providencias a su favor, a veces se les hace imposible reconciliar el sueño, al saber que la insurgencia indaga sobre ellos para luego ofrecer elevadas recompensas por sus vidas.

De Juba sobran las anécdotas. Muchos estiman que el héroe no sólo se multiplicó en las mentes de la soldadesca norteamericana, sino también físicamente en otros rincones del país árabe.

La existencia de un fantasma de carne y hueso, y por demás armado, contribuye en cierta medida a que muchos de los agresores sean diagnosticados con síntomas de aguda ansiedad, fuerte depresión y desorden postraumáticos.

Según el rotativo The New York Times, uno de cada seis soldados norteamericanos en Iraq presenta seria afectaciones siquiátricas. En ese país, Estados Unidos perdió más de dos mil 400 efectivos desde el inicio de la guerra en 2003. En el mismo lapso cerca de 18 mil resultaron heridos.

Algunos logran superar la paranoia pero otros no la soportan y se suicidan con su arma de reglamento. Sólo en el 2004, 32 se quitaron la vida, según el The New York Times.

Para los expertos, Iraq es un laboratorio de técnicas de guerrilla urbana, donde el francotirador se confunde entre la población y aparece y desaparece como fantasma.

Muchos admiran a Juba, y salvando cualquier distancia histórica, lo comparan con Basilio Zaitsev, el francotirador soviético que, según el mito, mató a 149 soldados alemanes durante la batalla de Stalingrado y a 400 durante toda la guerra.

De cualquier modo, la leyenda de Juba o la aparición de un francotirador en la ciudad sunita de Faluja constituyen dos historias para un miedo.


*El autor es periodista de la Redacción de Africa y Medio Oriente de Prensa Latina.

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