miércoles, mayo 31, 2006

El corazón del Trópico cochabambino recibió al presidente Chávez con una lluvia de amor

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[jcs_8522_recorrido_web_p] Cochabamba, Bolivia. "El pueblo es la voz de Dios, por él hay que trabajar", dijo el presidente Chávez minutos después de pisar suelo boliviano, el de Chimoré, específicamente, ubicado en el departamento de Cochabamba, lugar al cual llegó a las 11 de la mañana de este viernes para compartir la celebración por la unidad continental.

Fue justamente ese pueblo, motor de lucha de líderes sociales, indígenas y políticos que buscan hacer realidad la liberación e integración de nuestros pueblos, el que dio la bienvenida al Trópico cochabambino al jefe del Estado venezolano.

Tras la recepción protocolar en la base militar de Chimoré, el presidente Chávez saludó uno a uno a los militares bolivianos que le recibieron y a quienes les pidió engranarse junto a las mujeres, hombres, estudiantes, campesinos, el pueblo todo para echar adelante el proyecto de Revolución y progreso cultural que lleva adelante el presidente boliviano Evo Morales Ayma.

Poco antes y luego de saludar a mujeres cocaleras de la zona que, como símbolo de bienvenida al territorio cochabambino y en especial al Trópico ,entregaron una corona con hojas de coca y esparcieron flores sobre los mandatarios de Venezuela y Bolivia. Sin duda, se trató de un baño de amor, fe y esperanza.

Entre la gran cantidad de gente que rodeaba a los presidentes en la pista del terminal aéreo, se coló un pequeñín que quiso mostrarle su valioso medio de transporte al presidente Chávez: una bicicleta, que montó el Presidente y rodó por unos pocos metros. El jovencito no podía creer lo que vio y, sin palabras y con el corazón acelerado comenzó a llorar.

Rápidamente los dignatarios abordaron la caravana presidencial que los llevaría hasta Shinahota, población ubicada a unos 10 kilómetros de Chimoré. A lo largo de la ruta, indígenas agitaron la bandera de la etnia aymara y escoltaban el tránsito de los presidentes quienes a mitad de camino decidieron bajarse de sus unidades y abordar un vehículo descapotable que les permitía sentir más de cerca la alegría de sus anfitriones.

“¡Evo!” y “¡Chávez!” eran las consignas de bienvenida. Vivas por Bolivia y Venezuela también se escuchaban, lo mismo que los aplausos que eran interrumpidos para agitar las banderas. Una muchedumbre se esparció por toda Shinahota, todos ávidos por escuchar a los presidentes que promueven la integración.

La humildad y la sencillez de sus aplausos hizo ver que hay un pueblo hecho millones, que resurgió para crecer y ahora sí, sin temor y con una tremenda voluntad, construir una Patria Grande.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El "amor" de Chavez está matando a Venezuela y contagiando del mismo mal a toda America Latina y parte del mundo.
Que lo encierren con sus amores a perpetuidad.