domingo, abril 23, 2006

John Dinges: Imagen de EEUU como defensor de la democracia y los derechos humanos perdió credibilidad

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Bogotá, 23 abr (PL) El periodista norteamericano John Dinges, quien fue reportero del periódico The Washington post en Chile, entre 1974 y 1978, definió aquí la Operación Cóndor como la primera guerra contra un objetivo tan ambiguo como el terrorismo.

Fue el principio de una guerra total justificada como una estrategia política, con la anuencia del gobierno norteamericano. Todos los días -aseveró- estamos viviendo los años 70 en Estados Unidos.

Autor de un libro sobre el tema, presentado la víspera en la XIX Feria internacional del Libro de Bogotá, Dinges lo construyó a partir de una investigación basada en documentos palpables y testimonios probados, en un rastreo profundo, minucioso, de los hechos.

Se propuso recorrer los caminos de una historia mantenida largo tiempo en secreto, entrar en las rutas subterraneas de aquel plan siniestro de las dictaduras militares del Cono Sur, apoyadas por la CIA, para aniquilar a las fuerzas de izquierda en las décadas de 1970 y 1980.

Con frecuencia se la ha definido como un ejercicio nefasto de terrorismo de Estado, de alcances transnacionales, en el cual se involucraron los gobiernos de Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Brasil, y hasta cierto punto Perú, con un saldo de 30 mil víctimas entre muertos, secuestrados y desaparecidos.

Dinges es miembro de la organización no gubernamental Archivo de Seguridad Nacional, que ha logrado desclasificar documentos de la CIA sobre esa etapa, que datan de 1976.

Muchos de ellos ponen al descubierto conversaciones de los militares argentinos, en las que estos hablaban sin trabas, ya en esa época, de 22 mil personas asesinadas.

La Operación Cóndor nació en Santiago de Chile en 1975, en una reunión de unidades de inteligencia de los países antes mencionados, a fin de crear un centro de recopilación, almacenamiento e intercambio de datos sobre los activistas de izquierda.

El autor plantea que, además, contemplaba operaciones contra objetivos ubicados en las seis naciones integradas al proyecto de terrorismo de Estado, y acciones extracontinentales que implicaban a Estados Unidos, Francia e Italia.

Ean actividades tan secretas -puntualiza- que ni siquiera se mencionaban en los documentos.

A propuesta de Chile -añadió- se eliminaría a los sospechosos en cualquier parte del mundo, como lo probaría el asesinato de Orlando Letelier el 21 de septiembre de 1976. Chile tenía los medios y la decisión de operar, más la anuencia de Estados Unidos.

Son hechos nada distantes del traslado de presos hacia centros de detención ilegal radicados en otros países, que realiza actualmente la CIA -subrayó Dinges.

En diálogo con la prensa, afirmó que se propuso recrear el contexto en que se desarrollaron aquellos acontecimientos siniestros.

Se cometían crímenes masivos, crímenes contra la humanidad. Tal situación no había tenido nunca precedentes en América Latina -declaró.

A la hora de escribir, se planteó adentrarse a fondo y reconstruir las facetas de esa historia encubierta por los propios participantes. Entrevistó a oficiales del Departamento de Estado de su país y, en menor medida, a ex agentes de la CIA.

Logró conocer los nombres de quienes asistieron a la reunión de la que emanaron las pautas y el acta da nacimiento de la Operación Cóndor e identificó en Uruguay a un coronel que había sido uno de los participantes.

Quería que suversión estuviera respaldada por pruebas irrebatibles, contundentes.

Dinges admite que la detención de Augusto Pinochet en 1998, en Londres, desencadenó una oleada de revelaciones que arrojaron nuevas luces y se tradujeron en procesos judiciales tanto en Chile como en Argentina y Uruguay, que perduran hasta hoy.

Esos procesos, a su vez, arrastraron consigo nuevas informaciones.

La complicidad de Estados Unidos con las dictaduras militares del Cono Sur quedó demostrada. Criticó el papel de Henri Kissinger, entonces secretario de Eatado, al sacrificar los derechos humanos en América Latina y permitir que sus aliados fueran asesinos.

El gobierno estaba al tanto de los asesinatos y hubiera podido detenerlos. La imagen de Estados Unidos como defensor de la democracia y los derechos humanos perdió credibilidad -añadió.

A su juicio, esa pérdida tiene sus consecuencia directas en la guerra emprendida contra Iraq, en la que tan mal le va a su país -concluyó.

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