martes, febrero 14, 2006

El gobierno yanqui ha ordenado segunda vuelta. Cascos azules reprimen al pueblo haitiano

Después de dos años de ocupación extranjera, tras el golpe de Estado contra Jean Bertrand Aristide orquestado por Washington con la colaboración de París, la sufrida Haití celebró hace una semana elecciones generales para proclamar a su nuevo presidente.

La jornada electoral tuvo una buena concurrencia, a pesar de algunos hechos violentos y las demoras en los colegios electorales de los barrios más pobres. Más del 60 por ciento de los haitianos inscriptos acudieron a las urnas con la esperanza de un cambio en un país al que las constantes invasiones norteamericanas y sucesivas dictaduras le han cercenado dos siglos de desarrollo.

Más del 80 por ciento de los 8 millones de haitianos vive en la pobreza y un porcentaje similar es desempleado, la tasa de analfabetismo es sumamente alta, la expectativa de vida no supera los 50 años y enfermedades como el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida se expanden con rapidez.

Las recientes elecciones en Haití fueron reconocidas por la comunidad internacional como un paso positivo hacia la estabilidad y la paz en esa nación. Desde el primer minuto, las encuestas a pie de urna dieron como claro ganador de la contienda al ex presidente René Preval.

Los primeros resultados dados a conocer por las autoridades electorales mostraban a Preval con una cómoda ventaja del 61 por ciento de los votos emitidos, muchos más de los necesarios para ganar los comicios en la primera vuelta. La prensa haitiana y medios internacionales reflejaban su amplia victoria.

Sin embargo, con el paso de los días, las elecciones haitianas, postergadas durante meses con la anuencia norteamericana, han caído bajo el manto de la manipulación y la sospecha. Siete días después de la votación, el Consejo Electoral Provisional no ha concluido los cómputos, pese a que debió dar los resultados a las 72 horas del cierre de los colegios.

El domingo, sorpresivamente, el presidente del organismo electoral anunciaba a los medios que la votación por Preval había descendido hasta el 49 por ciento, mientras la página web de esa institución reflejaba entonces un 52 por ciento a su favor. Ayer lunes, el Consejo electoral informaba que con el 90 por ciento de los votos escrutados, el ex premier y candidato del partido La Esperanza contaba ahora con un 48,7 por ciento de votación.

La manipulación de los resultados ha sido evidente y desvergonzada. Dos de los integrantes del Consejo Electoral han denunciado que se ha manipulado la tabulación de los votos. Pierre Richard Duchemin, representante de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica en el ente comicial dijo a una emisora haitiana que "ha habido una manipulación insana de los datos, no hay nada transparente". Otro de los jueces electorales, Patrick Requiere, criticó ante la prensa a Jacques Bernard, director general del Consejo Electoral, por no consultar al resto de los miembros de ese organismo ni revelar de dónde está obteniendo los resultados que ha anunciado a la prensa.

Este lunes, el candidato presidencial Jeune Jean Chavannes, cuarto hasta ahora en la votación, reconoció el triunfo de Preval y manifestó que la situación creada es el resultado de un complot que se ha montado persiguiendo el caos social. Chavannes hizo un llamado a garantizar la soberanía nacional y no prestarse a intereses mezquinos como quieren algunos.

Todos señalan algo absolutamente claro, que se ha filtrado por diversas vías: el señor Bernard, director general del Consejo Electoral, cumple el mandato estadounidense de obligar a una segunda vuelta. Más de un analista se ha encargado de recordar en estos días que Preval no es del agrado de la Casa Blanca por sus anteriores vínculos con el depuesto presidente Aristide, desalojado del poder a la fuerza por las tropas norteamericanas y enviado al exilio forzoso.

The New York Times publicó en enero una amplia investigación que demuestra los esfuerzos del Instituto Internacional Republicano, muy vinculado al gobierno de Bush, y de varios funcionarios del Departamento de Estado para desestabilizar el gobierno de Aristide y expulsarlo del país.

Ante el intento evidente de escamotearle el triunfo a René Preval, hombre de gran prestigio que se ha esmerado en servir al pueblo, sus seguidores, la mayoría de los barrios más humildes de la capital haitiana, se han lanzado a las calles en las últimas tres jornadas exigiendo se respeten los resultados. Miles de manifestantes protestaron ayer frente a las sedes del Consejo Electoral y el Gobierno coreando las consignas "Preval es presidente" y "Ladrón, no sabe cómo contar", en clara referencia a la actuación del director general del cuerpo electoral. Los manifestantes acusaron de manipulación de los votos al CEP y mostraron su oposición a una segunda vuelta, gritando "no votaremos dos veces".

Las demostraciones del lunes fueron reprimidas por los cascos azules de la ONU acantonados en el país, provocando varios heridos y al menos un muerto. La violencia ha regresado al empobrecido país tras varios días de calma postelectoral y se prevén nuevos enfrentamientos si persiste el intento de birlar el resultado de los comicios.

Mientras tanto, desde Washington, con todo cinismo, el vocero del Departamento de Estado declaraba tras una reunión entre Bush, Condoleezza Rice y el Secretario General de la ONU: "Siempre que un escrutinio resulta muy disputado es importante que las partes se unan y cooperen por encima de banderías en interés del país". Nadie sabe a ciencia cierta a qué elecciones se refería Sean McCormack, pues en el caso haitiano el segundo candidato en la votación no llegó siquiera al 12 por ciento.

Lo que está ocurriendo en Haití no sorprende. No es la primera vez que Estados Unidos interviene a su antojo en los destinos de esa nación, ni la primera vez que manipula descaradamente a su conveniencia los resultados electorales en otro país.

La comunidad internacional debe exigir que se respete la voluntad mayoritaria del pueblo haitiano expresada en las urnas y no se conduzca a esa dolida nación a tiempos peores de caos y violencia, como consecuencia de los mezquinos intereses de Estados Unidos y de determinados grupos de poder haitianos.

El mundo no puede permitir que desde el poder imperial se intenten mover las riendas de todo el planeta. El pueblo haitiano, paciente pero abnegado y heroico, luchará por sus derechos, no le quepa la menor duda a nadie. Sobre el Gobierno de Estados Unidos y las tropas ocupantes que no vacilan en disparar contra el pueblo caerá toda la responsabilidad.

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