martes, enero 31, 2006

Un científico se rebela en la NASA

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James Hansen, durante una comparecencia en el Senado estadounidense
Foto: Reuters
Washington 31 Ene. - James Hansen, el científico responsable de las investigaciones sobre el clima en la Administración Nacional de Aeronáutica Espacial (NASA), ha denunciado que sus jefes le quieren callar. El organismo responde que no es verdad, que puede hablar, pero no hacer política. Hansen, un pionero en la divulgación de los riesgos que implica el calentamiento global de la atmósfera, afirma que lo que ocurre con la NASA, y por extensión con el Gobierno, es otra cosa, y así se lo ha contado a The New York Times: "Creen que su misión es censurar la información que recibe la gente". Por lo que a él respecta, no va hacer caso de los avisos recibidos.

Hansen es un físico de 63 años que trabaja en la NASA desde hace casi cuarenta años al frente del prestigioso Instituto Goddard de Estudios Espaciales, especializado en la predicción de posibles cambios de clima con simulaciones informáticas. El instituto investiga modelos e impactos de cambio climático, química atmosférica y paleoclima, entre otras cosas. Hansen lleva desde 1988 advirtiendo sobre los efectos del cambio climático. Hace dos meses dio una conferencia en San Francisco en la que volvió a pedir medidas rápidas y serias para reducir las emisiones de dióxido de carbono, particularmente las de vehículos de motor, y añadió que no hay que esperar la llegada de nuevas tecnologías para hacerlo, porque con las que existen es suficiente.

Después de su intervención ante la Unión Americana de Geofísica, Hansen anunció que 2005 sería, probablemente, el año más cálido del último siglo. Posteriormente, el científico recibió varios avisos sobre las "graves consecuencias" que sufrirá si sigue hablando, pero en las declaraciones hechas al Times se lamenta de que todo le ha llegado a través de "conversaciones telefónicas informales, y no a través de canales oficiales", lo que no ha dejado ninguna prueba.

La NASA reconoce las conversaciones, pero las contempla de otra manera. El diario cita a un portavoz de la agencia que asegura que no hay ningún intento de acallar a Hansen: "Tenemos una política de apertura y hablamos sobre la base de los hechos". Los científicos de la Agencia Espacial, añade, son "libres para discutir hallazgos científicos", pero deben "dejar a los políticos o a los portavoces las declaraciones políticas".

Lo que Hansen sospecha es que la Casa Blanca no ha olvidado que en 2004, en plena campaña electoral, pronunció una conferencia en Iowa en la que dijo que los científicos que trabajan para la Administración en asuntos de cambio climático están "amordazados" y que él iba a votar por el candidato demócrata, John Kerry. En todo caso, Hansen dice que va a seguir hablando porque "sería irresponsable no hacerlo, sobre todo cuando entre las misiones de la NASA se encuentra la de entender y proteger nuestro planeta".

La política del Gobierno de EE UU es la de favorecer medidas voluntarias para frenar las emisiones y confiar en el desarrollo de nuevas tecnologías, pero no comprometerse con el Protocolo de Kioto. El Senado rechazó casi por unanimidad en julio de 1997 el texto del protocolo, que firmaría después de forma simbólica el entonces vicepresidente Al Gore en 1998. George W. Bush anunció, desde el principio de su mandato, que no tenía ninguna intención de enviarlo a la improbable ratificación en el Senado.

Posteriormente, y obligada por las crecientes evidencias, la Casa Blanca parece haber asumido que el calentamiento global es un problema real, pero poco más. Tanto California como otros nueve Estados norteamericanos, además de casi doscientas ciudades, han querido ir más allá y se han comprometido a adoptar una legislación similar a la que figura en el Protocolo de Kioto para limitar sus emisiones de gases.

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